
De cómo el voleibol y una lesión inesperada me enseñaron a superar los obstáculos con disciplina y mentalidad de crecimiento.
Hola, soy María Belén Arcia,
Atleta de la selección femenina de voleibol. Me vi envuelta en el mundo del deporte desde muy pequeña. En el 2014 fue cuando empecé esta travesía obligada por mi abuela (a quién ahora le agradezco) y poco a poco me fui enamorando de este deporte.
Mi nombre no se escuchaba mucho en el voleibol hasta los Juegos Centroamericanos de 2017 cuando empecé a figurar un poco más como parte de la selección mayor femenina.
Mi vida dio un giro inesperado que me enseñó más sobre resiliencia, disciplina y la importancia de nunca rendirse. A los 17 años, mientras jugaba un partido en una de las compentencias más importante de mi carrera juvenil, sufrí una lesión de ligamento cruzado anterior. En un segundo, mi mundo deportivo, mis sueños, mis metas, parecían desmoronarse. No solo el dolor físico era insoportable, sino el miedo a no poder volver a jugar lo que más amaba.
Pasé por dos cirugías que me dejaron inmovilizada durante meses, sin poder moverme con la libertad que conocía. El proceso de rehabilitación fue largo y doloroso. Al principio, no sabía si mi cuerpo respondería, si mis rodillas volverían a ser tan fuertes, si volvería a ser la misma jugadora de antes. Pero algo dentro de mí me decía que no podía dejar que esta lesión definiera mi futuro, que debía encontrar la manera de volver más fuerte, no solo como atleta, sino también como persona.
Lo que aprendí a través del deporte y especialmente de esa lesión es que la verdadera fuerza no siempre viene de lo físico, sino de la mentalidad con la que enfrentas cada desafío. En esos días oscuros de frustración, cuando sentía que mi cuerpo no respondía o que no avanzaba lo suficientemente rápido, comprendí que la disciplina no solo se cultiva en el gimnasio o en el campo, sino en nuestra capacidad de mantenernos enfocados y positivos, incluso cuando las circunstancias son difíciles.
En la vida, como en el voleibol, a veces te enfrentás a situaciones que parecen inalcanzables, momentos en los que el dolor o el miedo te paralizan. Pero lo que el deporte me enseñó es que la clave no está en evitar las caídas, sino en la forma en que te levantas después de ellas. En cómo seguís adelante, una y otra vez.
Ahora, a mis 22 años, cuando miro atrás y pienso en ese proceso de rehabilitación, me doy cuenta de que esa experiencia me forjó no solo como atleta, sino como ser humano. Aprendí a ser paciente, a confiar en el proceso, a no rendirme cuando los resultados no llegaban inmediatamente. Aprendí que las victorias no solo están en los trofeos, sino en cada paso que das hacia adelante, por pequeño que sea. Aprendí que la verdadera fuerza se encuentra en la resiliencia: la capacidad de adaptarse, de reinventarse, de salir de las adversidades más fuerte que antes.
Hoy, mi historia no es solo la historia de una lesión superada, sino la historia de cómo el deporte me ha enseñado a ser una mejor persona. Me ha enseñado a ser constante, a trabajar en equipo, a no rendirme ante los obstáculos, a ser disciplinada no solo en los entrenamientos, sino en mi vida diaria. El voleibol, y el deporte en general, me han ayudado a cultivar una mentalidad que trasciende la cancha: a enfrentar las dificultades de la vida con una actitud positiva, a ver cada desafío como una oportunidad de crecimiento.
Este 8 de marzo, en el Día de la Mujer, quiero compartir esta historia con todas las personas que están luchando por superar sus propios obstáculos. Quiero recordarles que no importa lo difícil que sea el camino, la resiliencia es la clave para seguir adelante. El deporte no solo te prepara físicamente, sino que te enseña a ser más fuerte mental y emocionalmente, y te ayuda a forjar una personalidad capaz de enfrentar cualquier adversidad con valentía y determinación.
A todas las mujeres que, como yo, se enfrentan a desafíos, ya sean físicos, emocionales o sociales, les digo: no están solas. Si algo me ha enseñado el deporte es que no hay barrera que no podamos superar. Sigamos luchando, sigamos siendo resilientes, porque en cada paso que damos, estamos más cerca de la mejor versión de nosotras mismas. No importa cuántas veces caigamos, lo importante es levantarnos siempre, con más fuerza, con más determinación. Porque somos fuertes, somos capaces, y lo mejor de todo es que siempre tenemos el poder de reinventarnos.
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