
Mi nombre es Socorro López, soy jugadora de la Selección Nacional de Voleibol de Playa y vengo de Nindirí. Mi camino en este deporte comenzó a los 17 años, pero mi sueño de representar a Nicaragua nació mucho antes.
Desde pequeña, anhelaba ser parte de la Selección Nacional, pero había un obstáculo: mi mamá no me dejaba salir lejos de casa. Ni siquiera podía asistir a los campeonatos nacionales de voleibol sala. Sin embargo, me permitía ir al parque, y fue ahí donde encontraba la manera de extender mi tiempo y jugar un poco más. Pero, como dice el dicho, «después de un gustazo, un trancazo», y ya se imaginarán las consecuencias.
La pérdida que cambió mi vida
El 15 de junio de 2013, enfrenté el golpe más duro de mi vida: la pérdida de mi mamá. Es fácil decirlo, pero el dolor que llevaba dentro era indescriptible. Siempre me decía que luchara por mis sueños, que alcanzara mis metas, que nunca me rindiera. Y, aunque su ausencia me dejó un vacío enorme, decidí aferrarme a sus palabras y convertirlas en mi motor.
Al principio, solo jugaba en el parque, pero una amiga me invitó a un torneo de voleibol de playa. Fue en ese momento cuando descubrí mi pasión por este deporte y decidí que quería dedicarme por completo. Poco después, Sergio Silva, coordinador de voleibol de playa en la Federación, se me acercó y me invitó a entrenar en el IND. Así comenzó una nueva etapa en mi vida, llena de sacrificios, retos y aprendizajes.
El sacrificio detrás del sueño
El camino no ha sido fácil. No contar con mi mamá hacía todo más difícil, y aunque tenía el apoyo de mi abuela paterna, hubo momentos en los que pensé en dejarlo todo. No tenía dinero para los pasajes y me resultaba imposible costear mis entrenamientos. Sin embargo, siempre hubo personas dispuestas a tenderme una mano, y gracias a ellas seguí adelante.
Mucha gente ve el deporte desde fuera y piensa que todo es fácil, pero la realidad es distinta. Los sacrificios son grandes; salir de casa a las 4 a. m. sin saber el peligro que me espera en el camino. Entrenar de 5:30 a. m. a 9:00 a. m., luego trabajar y regresar agotada. Perder momentos con la familia, porque muchas veces estamos fuera del país.
Aun así, cuando amas algo de verdad, todo esfuerzo vale la pena. No importa cuán lento o rápido avance, cada paso es una oportunidad más para alcanzar mi meta.
Las derrotas que enseñan y el ejemplo que inspiran
A lo largo de mi carrera, he pasado por momentos de desánimo, frustración y hasta depresión deportiva. Después de mi operación de rodilla, pensé que no volvería a ser la misma. En las competencias, doy todo en la cancha, pero no siempre los resultados son los esperados. Sin embargo, nunca me permito rendirme.
Mi mayor motivación es saber que puedo ser un ejemplo para muchas niñas y jóvenes que sueñan con ser parte de este hermoso deporte.
Mi mensaje para las nuevas generaciones, a todas las niñas y jóvenes que quieren alcanzar sus sueños, les digo: Luchen, no se rindan, cada sacrificio valdrá la pena, el camino no es fácil, pero siempre hay una oportunidad.
Si tienes un sueño, persíguelo hasta hacerlo realidad. Aquí sigo, en la arena, con el mismo sueño que tuve de niña, pero con más fuerza que nunca.
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