
El sueño de una joven costeña que dejó su hogar para hacer historia en el voleibol de Nicaragua.
Mi nombre es Brittany Forbes Uzaga, tengo 22 años y soy de la ciudad de Bluefields. Me enorgullece ser costeña y una de las pocas atletas de la Costa Caribe que representan a Nicaragua en el voleibol.
El camino hasta aquí no ha sido fácil. Llevo cuatro años jugando este hermoso deporte, aunque no fue el primero que practiqué. Sin embargo, el voleibol me brindó la oportunidad de darme a conocer como atleta profesional y de descubrir una pasión que nunca imaginé que cambiaría mi vida.
Desde pequeña, siempre soñé con hacer algo grande, con demostrar que en la Costa Caribe hay talento, que tenemos la capacidad de destacar en cualquier disciplina. Pero salir de mi hogar, dejar a mi familia y a mis amigos para ir en busca de mis sueños fue una de las decisiones más difíciles que he tomado.
No conocía el voleibol más allá de mi comunidad hasta que un día mi entrenador me habló sobre una oportunidad que podría cambiar mi vida. Me dijo:
“Aquí habrá una capacitación y vendrá el entrenador de la selección de Nicaragua, René Quintana. Necesito que vengas al multiusos; veremos qué posibilidades hay de enviarte a Managua a entrenar y estudiar. Luego podríamos considerar que formes parte de la selección y seas la primera mujer costeña en representarnos en este hermoso deporte”.
No lo pensé dos veces. Acepté la oportunidad y conocí al que hoy es mi entrenador. Aún era menor de edad y, aunque estaba emocionada, sabía que la decisión no dependía solo de mí. Cuando hablé con mi mamá, su reacción fue la que cualquier madre tendría: preocupación y miedo por dejarme ir.
“No te dejaré ir siendo menor de edad. Tampoco puedo enviarte a un lugar donde no tienes a nadie cerca. Eres mi única hija mujer. No cortaré tus sueños; si eso es lo que quieres, te apoyaré, pero primero debes terminar la secundaria y entonces te dejaré ir”.
Sus palabras me hicieron reflexionar. Sabía que el camino no sería fácil, pero también sabía que, si quería lograrlo, debía ser paciente. Así que terminé la secundaria con un objetivo claro: llegar a Managua, entrenar con la selección y demostrar que una chica costeña también podía triunfar en este deporte.
Cuando finalmente llegué a Managua, todo era diferente. El clima, la gente, la cultura, incluso el ritmo de los entrenamientos. No tenía a mi familia cerca, no tenía amigos al principio y, en muchos momentos, la soledad pesaba. Pero cada vez que pensaba en rendirme, recordaba por qué había tomado esta decisión: por mi familia, por mi comunidad, por mi sueño.
Adaptarme al alto nivel de competencia fue un gran desafío. No era solo mejorar en la cancha, sino también aprender a manejar la presión, la disciplina y la exigencia física y mental. Muchas veces me sentí cansada, me dolía el cuerpo, extrañaba mi hogar, pero en cada caída, me recordaba a mí misma que no había llegado hasta aquí para rendirme.
Cada día en la cancha era una prueba de resistencia, no solo física, sino emocional. La competencia era fuerte, pero mi determinación lo era aún más. Cada entrenamiento, cada partido, cada derrota y cada victoria fueron construyendo la atleta que soy hoy.
Hoy, soy la única mujer costeña que representa a mi bella Costa Caribe en este deporte. Llevo mi bandera con orgullo y con la responsabilidad de abrir el camino para más jóvenes de mi región. Quiero que las niñas costeñas vean en mí la prueba de que sí se puede, que nuestros sueños no tienen límites y que, con esfuerzo, disciplina y fe, todo es posible.
A todas las mujeres que sueñan con alcanzar sus metas, quiero decirles: no se rindan, los sueños se cumplen. Habrá momentos difíciles, días en los que sentirán que todo se pone cuesta arriba, pero si confían en ustedes mismas y en el proceso, cada sacrificio valdrá la pena.
No es fácil dejar atrás tu hogar para perseguir tus sueños, pero si crees en ti y trabajas con pasión, lo lograrás. Eres mujer, eres valiente y si tienes metas, lucha por cumplirlas.
Hoy agradezco cada reto, cada obstáculo, porque me han convertido en la persona y en la atleta que soy. El voleibol me ha enseñado que los límites solo existen en la mente y que cada caída es solo una oportunidad para levantarse con más fuerza.
Gracias a mi familia, a mis entrenadores, a mis compañeros y a todos los que han creído en mí. Gracias por tanto apoyo y amor.
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